A pocos días de cumplirse un año del estallido social y a menos de 20 días para que concurramos al proceso político más importante desde el retorno a la democracia, resulta necesario relevar el proceso de construcción de instancias de encuentro y deliberación que nos hemos venido dando las mujeres desde hace ya bastante tiempo.
Durante el último gobierno de la ex Presidenta Bachelet logramos que se conjugara voluntad política con decisión de gobernante. Esto se tradujo en la tan anhelada despenalización del aborto en tres causales, un hito histórico pese a la presión de la derecha, junto con los sectores conservadores, quienes no trepidaron en recurrir a todas las instancias para impedir su implementación. Una de ellas, por cierto, fue el Tribunal Constitucional. Esta gran valla jurídica puede ser leída como una suerte de “gruta retardataria”, donde concurren de cuando en cuando todos aquellos que buscan frenar o detener el avance de una sociedad que busca mayor libertad y justicia social.
Esos sectores conservadores que tienen expresión tanto en la economía como en la política y, por consiguiente, en el devenir social del país llevó la injusticia social hasta el paroxismo, generando una evidente asimetría en derechos entre chilenas y chilenos. Toda esa acumulación de descontento eclosionó el 18 de octubre de 2019. Un pueblo que dijo basta del abuso, de la injusticia y de la discriminación.
Luego del estallido del 18 de octubre, vino el 8M, donde más de 2 millones de personas a lo largo del país exigimos una asamblea constituyente, plurinacional y feminista. Esa movilización evidencia que las mujeres hemos corrido los cercos de una sociedad que de manera sistemática vulnera nuestros derechos.
Todo ese entramado de demandas sociales debía ser encauzado, con la finalidad de lograr concreción política. Es así como logramos construir y viabilizar la instancia política más importante de estos últimos 30 años: un plebiscito para una Nueva Constitución.
Esa nueva Constitución debe dar paso a una arquitectura social más justa, igualitaria y democrática, donde el Estado deje su rol subsidiario para convertirse en un Estado Social de Derecho. Junto a ello, debe ser una Constitución con enfoque de género. Las mujeres hemos luchado incasablemente, desde Eloísa Díaz a Julieta Kirkwood, desde Michelle Peña a Carmen Lazo, para abrir espacios de dignidad y derechos. Hoy no es la excepción. Es así como construiremos una nueva Constitución a través de una Convención Constitucional que tendrá carácter paritario, hito del todo relevante, pues sería única en el mundo. Las mujeres hemos entendido la importancia de la unidad para enfrentar este proceso político, y entendemos que unidas triunfaremos este 25 de octubre.