Desde nuestro punto de vista, tres grandes hechos políticos definen el 2018: una oposición que aún no termina de concordar una visión compartida del futuro, un gobierno que no ha cumplido sus promesas de campaña y un Partido Socialista que ha definido su actuar político en torno al desafío de reconstruir una mayoría social y política que reinaugure un horizonte de transformaciones a través de la unidad y convergencia de la DC al Frente Amplio.
El Partido Socialista se posicionó tempranamente fiscalizando los actos de gobierno contrarios a nuestro ordenamiento jurídico, y los organismos fiscalizadores nos dieron la razón; dijimos que las comisiones del gobierno eran una estrategia dilatoria y divisora y no un espacio de diálogo real de cara a la ciudadanía, y el tiempo efectivamente así lo demostró.
Es cierto, no ha sido fácil el diálogo y el encuentro entre los progresistas, pero sabemos que la posibilidad de un camino unitario depende en gran medida de contar con el más amplio entendimiento entre todas las fuerzas políticas opositoras, sin exclusiones. Nos hemos autoimpuesto la tarea de golpear todas las puertas, de conversar con todos los actores políticos de la centroizquierda para sentar las bases de la unidad.
No obstante, la unidad debe estar dotada de contenido y en ese sentido, como socialistas, proponemos abocarnos a tres grandes temas. En primer lugar, enfrentar con decisión la desigualdad en todas sus expresiones, desde lo económico, hasta la igualdad de género, pasando por la realidad de los pueblos indígenas, la diversidad sexual y el exacerbado centralismo. La desigualdad se expresa en todos los ámbitos de la vida de los chilenos y chilenas y como progresistas debemos dar una respuesta para su superación.
En segundo término, debemos avanzar en profundizar nuestra democracia y para eso es de vital importancia que contemos con una nueva Constitución. En esta línea, los socialistas proponemos que sea discutida mediante una Asamblea Constituyente y aprobada por los ciudadanía.
Por último, Chile debe caminar hacia un nuevo modelo de desarrollo inclusivo que no deje a nadie atrás y garantice que los frutos del progreso toquen las puertas de todos los hogares.
La tarea es ardua, pero tenemos la confianza de que mucho más temprano que tarde lograremos hacer primar los valores compartidos por sobre las divergencias, por el bien de Chile.