Mis primeras palabras son de gratitud para las senadoras y senadores, sin excepción.
Agradezco, especialmente, la confianza de los senadores socialistas. Por cuarta vez asumimos esta alta responsabilidad. Salvador Allende, Camilo Escalona e Isabel Allende me antecedieron.
Agradezco a las senadoras y senadores de la DC, del PPD, a los Independientes y al senador de RD.
Saludo la asistencia de personalidades, dirigentes sociales y juveniles de diversas comunas.
Me emociona la presencia una delegación de La Florida, comuna donde nací, inicié mi vida política, a la que representé como diputado y que jugó un rol muy determinante en mi elección como Senador.
En forma muy especial, agradezco a mi señora Gloria Cruz, compañera de toda la vida, compañera en la clandestinidad, la cárcel, el exilio, el retorno, y el Parlamento. A mis hijos, Andrés, Javiera y Juana, a mis nietos, yernos y nuera.
Saludo también a mis hermanos y amigos.
Saludo al equipo de mi oficina parlamentaria con los que tanto hemos construido.
Saludo a los funcionarios de la Corporación y en especial al Secretario General don Mario Labbé, que cumplen un rol central en la marcha de esta institución.
Recuerdo, también, a seres muy queridos que no están. Los represento en mi amigo y compadre, Juan Maino Canales , detenido desaparecido. Personifico en él mi compromiso permanente con las víctimas de la Dictadura.
Quisiera, además, testimoniar mi afecto a quien me antecedió en este cargo, el senador Andrés Zaldívar. Valoro profundamente sus cualidades humanas, su trayectoria de servicio público y su capacidad y sapiencia política.
EL MOMENTO POLÍTICO
Este saludo protocolar tiene un peso simbólico que no puedo desconocer.
Se inicia formalmente un nuevo período legislativo. En algunos minutos comenzará, también, su mandato el Presidente electo, Sebastián Piñera.
Se abre un ciclo marcado por una nueva composición del Parlamento y exigencias crecientes.
Una ciudadanía impaciente y un sistema político fragilizado demandan del Senado un rol central en la deliberación nacional y en proponer lineamientos nítidos.
Es muy importante identificar con claridad los desafíos de nuestro quehacer.
Somos representantes de la ciudadanía. No tenemos otra función ni otra base de apoyo. Por ello es extremadamente grave que sea justamente allí donde esté la mayor debilidad de esta institución. Desprestigio, desconfianza, distancia se han vuelto comunes en la relación con quienes nos eligen.
Tenemos que tratar de comprender sus raíces más profundas. Analizar sus significados y riesgos.
Entender qué pasa en el mundo y en Chile con la política.
Comprender los factores de la transición que han confluido.
Buscar en la institución y nuestras conductas la causa del sentir ciudadano.
EN BUSCA DE LA POLITICA
La política está cuestionada en el mundo entero. Especialmente entre los jóvenes.
El cambio climático, las migraciones, sistemas de información con graves falencias de gobernanza o la amplitud del narcotráfico generan temores e inseguridades.
Esto se suma a la ya sistemática inestabilidad económica y la precarización de los empleos, generando un cuadro de incertidumbre y liquidez.
Los individuos demandan más a las instituciones: quieren ser reconocidos y apoyados en su diversidad y en sus necesidades.
Y la política no tiene respuestas.
Bauman lo explica señalando que el poder se ha separado de la política. La deliberación en aspectos sustantivos escapa a las instituciones democráticas. Se traslada fuera de las fronteras e incluso al margen de la política, a entidades multilaterales, transnacionales o clasificadoras de riesgo. Sin autoridad democrática y sin límite ni control.
Las perspectivas no son alentadoras. Rosanvallon sostiene que esta desconfianza durará 10 ó 20 años, a lo menos. Explica que el ciudadano ya no entrega toda la soberanía, sino que conserva una parte, ejerciéndola como control y descontento. Le llama la contrademocracia.
Esa es la complejidad del deterioro de la política en el mundo.
UNA TRANSICIÓN CON LUCES Y SOMBRAS
En Chile el descrédito de la política tiene, además, razones propias, vinculadas a la historia reciente.
La dictadura impuso un modelo neoliberal, con implicaciones en la economía, en el Estado, en la cultura, en la sociedad y los individuos. Es el marco en que hemos actuado para intentar transformarlo. Aún requerimos una Constitución que represente un mínimo común y un horizonte compartido.
La transición enfrentó serias restricciones. El proyecto Böeninger, que constituyó a la Concertación, puso en el centro el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, para consolidar la democracia. Quedaron postergados la superación de enclaves autoritarios y un desarrollo más armónico.
Se aceptó que los grupos económicos tuvieran incentivos y facilidades. Se privatizaron bienes públicos.
Como no recordar a Judt, que ve en la reducción de lo público en las sociedades neoliberales una de las causas del descontento. Buena parte de la ciudadanía sólo percibe lo negativo de lo estatal y sus instituciones: los impuestos, las regulaciones, las carencias, sin tener beneficios perceptibles.
El país vivió un período largo de crecimiento y modernización. La pobreza disminuyó drásticamente. Los sectores medios accedieron a nuevos bienes y servicios. Posteriormente, se ampliaron de manera notable las libertades políticas y culturales.
Sin embargo, se acumularon desigualdades y abusos. Surgen hechos de corrupción y colusión. Un sector minoritario concentró gran parte de los ingresos y la riqueza. Se fue generando un muro que separaba a la elite política de la sociedad.
No modernizamos las instituciones para evitar privilegios, ni fortalecimos las organizaciones y la participación social, ni hicimos más plural el sistema de medios de comunicación.
Las nuevas clases medias, hijas de la transición, están orgullosas de lo que han logrado con su esfuerzo. Quieren seguir avanzando, con más derechos y bienestar. Pero desconfían de lo colectivo; no encuentran justificación para los costos de la solidaridad o para mayores exigencias de deberes.
El Gobierno de Michelle Bachelet, con mucho coraje, se propuso enfrentar las bases estructurales de la desigualdad, especialmente en educación.
Se lograron avances muy importantes en diversos campos: fortalecer la educación pública en todos los niveles, gratuidad en educación superior, construcción de hospitales y jardines infantiles, se recuperan estándares históricos de la vivienda social, se elevan los parámetros ambientales con un salto histórico en energías limpias y la ampliación sustantiva de las áreas protegidas, se supera el binominal, se establece el voto de los chilenos en el exterior y se abre la posibilidad del aborto por tres causales.
Reconozco que hubo problemas en la conducción política y en la implementación de algunas reformas, pero Chile recuperó condiciones propias de las democracias.
LAS CRÍTICAS AL PARLAMENTO Y AL SENADO
Hay también cuestionamientos que derivan de la percepción acerca de esta institución y sus miembros.
Es indispensable que los analicemos con crudeza y actuemos para responder y superar.
¿Qué se dice del Parlamento y el Senado? ¿Por qué la valoración positiva no alcanza los dos dígitos?
Abusadores y privilegiados.
Una crítica que se repite es que somos abusadores y privilegiados, que tenemos sueldos muy altos y beneficios por encima de cualquier ciudadano.
La dieta establecida en la ley es similar al sueldo de un Ministro: $ 9.300.000 brutos. Descontando impuestos y cotizaciones sociales son alrededor de 6 millones mensuales. Son muy altos para la vida y para el ingreso promedio y eso provoca irritación.
Se agregan también acusaciones falaces. Los parlamentarios tenemos el mismo sistema de cotizaciones previsionales y de salud que todos los chilenos, no tenemos jubilaciones especiales, como se dice en algunas cadenas que se copian de otros países.
Para enfrentar la crítica a los privilegios y abusos es necesario:
• En primer lugar, la total transparencia. La ciudadanía debe contar con toda la información.
• En segundo lugar, es indispensable que asignaciones y dietas, sean revisados periódicamente, para ver alternativas de ajuste entre ingresos y gastos parlamentarios.
• En tercer lugar, debemos recoger las observaciones que puedan realizarse para mejorar el uso de determinados ítems, como las asesorías externas.
Corruptos
Los ciudadanos perciben, además, que todos los políticos y, en particular, los parlamentarios, somos corruptos.
Esta opinión se ha formado a partir de algunos casos concretos, pero enloda a muchos que realizan su labor honestamente y con seriedad.
El financiamiento irregular de campañas por parte de PENTA Y SQM, el caso CAVAL y la ley de pesca, tuvieron un impacto demoledor en las instituciones políticas y en los políticos.
El aporte de empresas se cuestionó desde los ‘90. La derecha se negó a aprobar el financiamiento público. Sólo lo aceptó el 2003, exigiendo mantener esos aportes reservados. Algunos insistimos en la necesidad de una transparencia total.
Las campañas elevaron fuertemente sus costos. Los aportes legales se hicieron insuficientes. Las empresas solicitaron facturas para ampliar sus donaciones. Diversos casos han sido investigados.
El Gobierno y el Parlamento asumieron esta situación con decisión.
Se promulgó, por unanimidad, una de las leyes más estrictas y duras en el mundo sobre la relación entre dinero y política. Las empresas ya no pueden donar a las campañas; se fortaleció al SERVEL para fiscalizar y se establecieron drásticas sanciones, que incluyen la pérdida del cargo.
Hoy existen complejidades procesales para establecer el delito de cohecho. Es necesario perfeccionar esa normativa y elevar las sanciones, asegurando penas de cárcel a los responsables.
Parlamentarios inútiles
La tercera crítica es que los parlamentarios no aportan y hacen mal su trabajo.
El juicio crítico proviene de algunas leyes defectuosas; problemas sociales no resueltos por décadas y leyes que perjudican a grupos específicos.
La crítica más sostenida surge de temas muy sensibles que no se resuelven: las pensiones y la vejez, los niños y el SENAME, los discapacitados, los pueblos originarios, la desprotección de los trabajadores; la migración, la deuda histórica de los profesores, los abusos empresariales, el transporte público, etc.
Gran parte de estos temas no son de iniciativa parlamentaria sino de los Gobiernos.
En definitiva es una crítica a todo el sistema político que se focaliza en el Parlamento y los parlamentarios.
¿Qué hacemos ante este panorama?
¿Nos seguimos escondiendo en la tecnocracia para evitar el difícil proceso de dialogar, procesar y llegar a acuerdos para satisfacer los intereses plurales de la sociedad actual?
¿O nos dejamos tentar por los populismos de diversos signos?
Claro que no.
La respuesta es que trabajemos con seriedad en perfeccionar nuestra democracia y en construir un nuevo modelo de desarrollo, devolviendo la valoración que debe tener el Parlamento, el principal foro de Chile.
Esa es la dura tarea que tenemos por delante. Volver a reconquistar a esa ciudadanía y dar prueba de la utilidad de nuestras instituciones.
Debemos abrirnos a hacer nuevos esfuerzos y a explorar con humildad otros caminos.
Para revertir las críticas al Senado tenemos que intentar avances al menos en dos dimensiones:
– Mejorar la calidad del debate y las leyes, y
– Cambiar nuestra vinculación con la ciudadanía.
UNA MEJOR CALIDAD DEL DEBATE POLÍTICO Y VALÓRICO Y MEJORES LEYES
El debate del Senado debe intentar aportar a dar sentidos y contenido a la vida en sociedad, junto con responder oportunamente a las demandas y problemas de la ciudadanía y el desarrollo nacional.
La vida misma ha demostrado que hay situaciones frente a las cuales no logramos construir respuestas apropiadas.
La debilidad de enfoques frente a la realidad de los niños es un ejemplo contundente. El deterioro de la vida en los barrios y calles por el narcotráfico y la inseguridad es otra expresión. Lo mismo ocurre con los fenómenos naturales que provoca el cambio climático y que no sabemos tratar.
En estos y otros desafíos tenemos que crear espacios de construcción y creación de respuestas con ideas e iniciativas de las organizaciones sociales, los partidos, el Parlamento y el Gobierno.
Hay otros desafíos en que existen abiertas diferencias y contradicciones que hay que reconocer y procesar con respeto a la diversidad. Una democracia también es fuerte cuando asume diferencias y no los elude en falsos consensos.
El sistema de seguridad social, la salud, la educación, la ciudad, los derechos laborales, la verdad y justicia en relación a nuestros detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, el rol de lo público y el Estado, el modelo de crecimiento y desarrollo, los pueblos originarios, son temas en los que la sociedad nos exige avanzar.
Las diferencias son valóricas, de visiones del ser humano, de opciones fundamentales. Es indispensable profundizar la deliberación política y valórica.
Creo que debemos mejorar la formación de la ley. Es necesario priorizar y diferenciar el tratamiento de los proyectos, iniciando el debate de los más exigentes con un informe de la secretaría que contenga un análisis histórico y comparado de la materia y que enuncie los temas principales de controversia.
Asimismo, hay que fortalecer el debate en general en Sala, con un par de intervenciones de personalidades, con las posiciones de cada bancada, para después abrir la discusión.
Y antes del debate particular en Sala, estimo que los proyectos deben ser analizados en su consistencia y racionalidad técnica y jurídica por un equipo de secretarios abogados.
Hacer buenas leyes es un desafío prioritario.
Con este objetivo, parece aconsejable reformar la Biblioteca del Congreso Nacional, una valiosa institución que opera con 12 mil quinientos millones anuales. Es necesario cambiar el gobierno corporativo y orientar aún más su trabajo a apoyar la labor de los parlamentarios y las comisiones. Esto sólo es posible en acuerdo con la Cámara de Diputados.
Por último, requerimos potenciar la relación con el sistema de educación superior, especialmente estatal y el mundo científico. Debemos ampliar su aporte a la reflexión y el debate político.
CAMBIAR LA FORMA DE RELACIONARNOS CON LA CIUDADANIA
Creo que al Parlamento le hace falta escuchar más.
Estudiar más los cambios económicos, científicos y sociales. Conocer mejor la subjetividad y las ambivalencias de las personas.
Requerimos un Senado con más horizontalidad.
Es importante ampliar los canales de diálogo ciudadano. Mensualmente, la mesa del Senado y a lo menos un representante por Bancada, debiéramos reunirnos con sectores sociales, especialmente jóvenes, en Santiago y Regiones, oyendo sus preocupaciones, observaciones, críticas y propuestas de ley y políticas públicas. Todo esto difundido por redes sociales y televisión.
También tenemos que informar mejor.
Es indispensable rediseñar la política de comunicaciones del Senado. Nuestros medios, a los que destinamos 3 mil millones anuales, deben aportar más y mejor información, que los ciudadanos tengan fácil acceso a lo que se hace e intenta hacer; que conozcan las limitaciones para avanzar y los ejes del debate, en términos didácticos y simples.
Debemos incentivar la formación y participación cívica. Al Parlamento no puede serle indiferente la apatía y el deterioro de la democracia, de la cual es su máxima expresión. Debemos participar en escuelas y liceos periódicamente.
Espero avanzar en que el edificio del Senado en Santiago se transforme en un Centro Cultural de Formación Cívica para los ciudadanos. Tenemos que recoger las valiosas enseñanzas del Congreso del Futuro para interactuar en cursos, talleres, foros sobre temas que soliciten los ciudadanos o que plantee el Senado.
Quisiera destacar que este año se cumplen 50 años de Ley de Juntas de Vecinos, una tipo de organización surgida en los cerros de Valparaíso. Organizaciones vitales en la construcción de mejores barrios, comunas y redes ciudadanas. Espero que podamos desarrollar diversas iniciativas.
Ya concluyendo, me detengo para una opinión política.
Soy de izquierda y socialista.
Creo que es vergonzosa la desigualdad y abusos de nuestro Chile. Aspiro a un Estado moderno, ágil, con capacidad para articular un mejor país.
Tenemos inmensas potencialidades y creo en la necesidad de industrializar el país, formando profesionales e investigadores de primer nivel.
Pienso que los dilemas políticos del Partido Socialista y de toda la centro-izquierda, tienen que centrarse en la búsqueda de alternativas para reconstruir nuestra presencia y proyecto frente a la sociedad, frente a la nueva sociedad.
La discusión sobre cuán duros o blandos actuar como oposición es poco lo que aporta.
Espero que el Tribunal Constitucional no produzca una inútil polarización por la destrucción de las leyes de educación superior.
Lo que se desprende de lo ocurrido en los últimos años y en las pasadas elecciones, es que tenemos una sociedad muy distinta, mucho más heterogénea, con otros desafíos, otros intereses y realidades.
Trataré de contribuir, desde esta tribuna, a esa reflexión y a la unidad de las fuerzas progresistas.
Senadoras y senadores.
Haré cumplir las normas y respetaré los derechos de todos. Si en algún momento me equivoco conversémoslo para revisar. Desde ya pido disculpas.
Tendré una respetuosa coordinación institucional con el Presidente Sebastián Piñera y su Gobierno, en todo lo que corresponda al trabajo legislativo.
Creo en la necesidad y la fuerza del diálogo en la diversidad. No todo debe ser discrepancia ni tampoco acuerdo.
Estoy convencido que el Parlamento -y en particular el Senado- es una institución fundamental de la República y determinante en la calidad de la democracia y de la política.
Estoy convencido que a mayor deterioro de la política, el mercado desregulado se impone con mayor fuerza en la sociedad, con las desigualdades y abusos que conlleva.
Estoy convencido, también, que a la actual generación de dirigentes y parlamentarios nos corresponde la responsabilidad de asumir con franqueza y decisión los desafíos de este momento tan particular.
No podemos seguir como si todo fuera natural.
No podemos seguir insertos en una institución transformada en una especie de fábrica de leyes, sin un rol político y cultural claro y sin asumir las dificultades.
Como Presidente espero hacer una contribución modesta, pero decidida a dar nuevos pasos en la calidad de nuestro debate y en la relación con la ciudadanía.
Muchas gracias.