El resultado del plebiscito del pasado 25 de octubre fue categórico: un 78% a favor del Apruebo y cerca de un 79% por la Convención Constitucional. Una primera cosa que habría que señalar a la luz de estas cifras, es que la ciudadanía no se encuentra polarizada como muchos en la derecha hipotetizaban. Lo cierto, y los porfiados hechos así lo demuestran, es que no existe tal situación, más bien lo que se da son rasgos de polarización de una élite sobrerrepresentada. Que estas élites se encuentren tensionadas no significa –como lo demuestra el aplastante desenlace del referéndum- que la gran mayoría de las chilenas y chilenos lo estén.
Despejada esta primera cuestión gracias al abrumador triunfo del Apruebo y la Convención Constitucional, nos queda abocarnos al proceso de conformación de dicha instancia y evitar que percolen los escorzos polarizados y los vicios de esa élite. Para ello, se torna fundamental la participación de la ciudadanía, de las organizaciones sociales y, desde luego, de los partidos políticos con el propósito de dotar de la mayor representatividad a dicho órgano constitucional.
El proceso de conformación y la dinámica imperante en la Convención Constitucional será tan importante como el resultado al cual arribarán los y las constituyentes. Es más, el resultado de dicho proceso será producto del cómo se conforme dicha instancia deliberativa, el tono y modelación de fuerzas que se logre intra convención. Es por ello que como mujeres pugnamos para que la mencionada Convención Constitucional tuviese el carácter de paritaria, de tal manera de posibilitar una discusión en donde no sólo fuéramos protagonistas de construir los nuevos márgenes de la convivencia democrática del país, sino que se articularan, como lo expresa el documento “Nueva Constitución con Perspectiva de Género” -elaborado por 18 expertas en derecho público-, “las diversas voces, intereses y realidades como también las demandas por igualdad de género (…) un momento propicio para poner sobre la mesa la necesidad de avanzar hacia una democracia paritaria cuyos contenidos sean constitucionales”.
Es frente a esta responsabilidad histórica a la que estamos convocadas y convocados, sin exclusiones, a mantener un diálogo y deliberación razonable, de cara a la ciudadanía y con altos estándares de transparencia y rendición de cuentas. Esto último puede ser leído como una candidez supina, pero es precisamente en esa confianza cívica donde reposan los sustentos de la vida común, de la polis, de la política.
Durante el último año hemos asistido a cambios vertiginosos en lo social, laboral, económico, político, medio ambiental y, por cierto, en la lucha de los movimientos feministas por lograr igualdad de género. Todos ellos merecen y deben ser traducidos al lenguaje democrático con especial celo para evitar que en esa “traducción” se albergue un traición. Esa instancia está ante todas y todos los ciudadanos, y lo que ayer sólo parecía un sueño, hoy es una realidad. Ahora es el turno de la responsabilidad.