Asistimos a esta ceremonia republicana, en que el Congreso Nacional rinde cuenta del trabajo realizado durante el año anterior.
Es un buen momento para volver sobre preguntas esenciales, sobre lo que somos como institución, acerca de nuestra misión.
¿Cómo estamos ejerciendo nuestra responsabilidad de hacer las leyes? ¿Cuál es la calidad técnica y participativa de este proceso?
¿Cómo realizamos la fiscalización, aspecto clave para un balance adecuado de poderes?
¿Cómo estamos cumpliendo nuestra función de acoger y representar a los ciudadanos y sus problemas cotidianos?
¿Estamos siendo o no un espacio efectivo de dialogo y encuentro de la diversidad de nuestra sociedad?
¿Logramos irradiar ideas, nuevas formas de mirar y entender la realidad?
En definitiva, preguntarnos sobre la salud y la calidad de nuestra democracia.
Creo que el Senado y los senadores cumplen con constancia y responsabilidad sus tareas. Así lo muestran las estadísticas.
Sin embargo, no podemos ser autocomplacientes. Debemos ponderar su significado en el contexto y ser exigentes, atendida la magnitud del desafío.
Vivimos tiempos difíciles para la política y para la democracia representativa. Tiempos de desconfianza y escepticismo.
El cimiento de una democracia son sus Congresos o Parlamentos. Éstos no pueden cumplir a cabalidad su función sin ese nexo de confianza básica entre representantes y representados.
No deja de ser impactante escuchar al nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, cuando al terminar sus alocuciones, señalaba que solo haría tres promesas: no robar, no mentir y no traicionar. Parecen demasiado básicas.
Ciertamente nuestra realidad tiene desafíos distintos a los del país del norte, pero hay algunas cuestiones comunes.
Por ejemplo, la apatía y desencanto de los ciudadanos. A pesar que las opciones políticas se han ido diversificando, muchos siguen sin hacerse parte de la comunidad política a través del voto.
¿En qué momento se desligaron de su ciudadanía y porque mantienen esa desconfianza o apatía tan profunda?
Debemos hacernos estas preguntas y encontrar las respuestas.
Mi mirada es de preocupación, pero es esperanzada. Hemos avanzado. Terminamos con el sistema binominal, que era una camisa de fuerza para nuestra democracia.
Tenemos un Parlamento más diverso y representativo. Hoy la sociedad chilena puede verse reflejada con mayor nitidez en este grupo de dirigentes, particularmente porque hay más jóvenes, más mujeres, más diversidad cultural y muchos rostros nuevos.
Miro con optimismo los nuevos movimientos sociales, como la llamada “ola feminista”. Es un cambio cultural que trasciende la acción legislativa, y que expresa nuevas formas de ciudadanía y una democracia viva en la base social.
Es nuestro deber representar y dar cuenta de estas nuevas realidades. Abrir nuestras puertas, hacernos parte y acoger en las leyes estas nuevas agendas y desafíos por más igualdad y reconocimiento.
Vivimos tiempos de cuestionamientos
No es simple encontrar los orígenes actuales de la crisis y de los malestares ciudadanos y sociales con la política y la democracia.
Algunos sostienen que arranca de un proceso de globalización económica neoliberal que no ha marchado a la par de la creación de un sistema político internacional, que mantenga un control democrático en las decisiones.
Con la globalización se diluyó el espacio público. La política perdió espacio, se perdió a sí misma.
Esto produce una pérdida objetiva de poder de los ciudadanos y de la política democrática. Los ciudadanos se percatan que hoy deciden menos y ello debilita su nexo de pertenencia a su comunidad política.
Y esto no es sólo un problema para la eficacia de nuestra función y prestigio. Eso afecta la vida de las personas. Sienten que no cuentan con los representantes ni con instituciones como aliados.
La globalización es vista como amenaza. Posibilita grandes flujos migratorios; el debilitamiento del Estado y la pobreza abre paso a violencia y narcotráfico. La falta de un control político democrático supranacional genera viejas y nuevas desigualdades y depreda el medio ambiente. La expansión sin límites del mercado debilita el sentido de pertenencia a una comunidad política.
El mercado puede hacer aportes a la economía, pero falla en dar sentidos trascendentes a la sociedad y a las vidas de las personas. Una sociedad y una política sin valores, sin sentido de solidaridad y compasión, tarde o temprano entrará en una crisis de identidad en la cual la ciudadanía se debilitará.
Sennett habla de la “corrosión del carácter” en estas sociedades fundadas en la flexibilidad extrema del trabajo y de integración solo vía mercado, imposibilitando a las personas constituirse con una identidad personal.
Sumado a eso, en Chile aún enfrentamos los claroscuros de la transición.
Nuestra transición fue exitosa porque fuimos capaces de construir acuerdos mínimos para salir pacíficamente de la dictadura e iniciar una etapa de estabilidad y de mayor prosperidad. Pero también tuvo imperfecciones.
En lo político, asentó un esquema que coartaba la expresión plena de la soberanía popular y fue indiferenciando, poco a poco, las opciones en disputa, lo que contribuyó a la desafección con nuestra democracia y sus instituciones representativas.
En lo económico, Chile creció bastante en las últimas décadas. Amplios sectores accedieron a bienes y servicios. Se expandieron los derechos de las personas y la infraestructura del país.
Pero esos beneficios están muy desigualmente distribuidos, no solo en el ingreso, también en las oportunidades, en los derechos sociales. Y ello da pie al abuso, una de los lastres de nuestra vida en común.
Tenemos una sociedad dual. Una parte vive como en el primer mundo y otra en un país del tercer mundo. La clase media oscila entre ambas realidades.
Esto explica la ambivalencia y contradicciones que autores como Kathya Araujo ven en la sociedad chilena actual.
Por una parte, una apreciación positiva -pero disimulada o incluso vergonzante- del modelo económico que posibilitó estos avances. Por otro lado, una crítica abierta a estas consecuencias negativas y una demanda de mayor intervención del Estado.
Con franqueza, Chile no solo encuentra que no lo hacemos técnicamente bien, encuentra que damos mal uso al poder y a los recursos que nos han dado para representarlos. Nos ven como expresión de la desigualdad y se nos responsabiliza de tolerar los abusos y de no actuar decididamente para remediar estos males.
También hay cosas en las que hemos experimentado el efecto de los cambios sociales y culturales. Pensemos solamente en el efecto de las redes sociales. No hemos sabido adaptarnos y ser proactivos a esos nuevos escenarios.
Tenemos, entonces, un desafío urgente: Debemos cambiar algunas de nuestras prácticas y mejorar nuestra relación con la sociedad.
El riesgo es enfrentar la más grave de las críticas que podría llegar a experimentar un Parlamento: que se diga que no representa a la ciudadanía sino a sí mismo.
Es hora de actuar para iniciar un proceso de recuperación de la confianza. No es fácil ni será breve. Lo importante es comenzar gradual y sostenidamente con acciones claras, en varios sentidos.
*Primero, debemos abrir nuestras instituciones a las demandas por igualdad y reconocimiento de nuevas identidades. Las personas piden una vida más justa, pero también ser reconocidos en su diferencia. Senett dice que el valor que más se demanda en la sociedad contemporánea es el respeto.
Es necesario incrementar la participación ciudadana, motivando y abriendo espacios. El Congreso Nacional debe recoger cada día más las inquietudes ciudadanas, sea en los proyectos de ley como en temas de interés nacional.
*Segundo, debemos seguir avanzando en terminar toda sospecha de irregularidades, opacidad y privilegios.
Se cree que existen espacios relevantes de corrupción, pese a las leyes aprobadas en los últimos años. Su génesis, fuera de los canales formales, impidió que se percibiera el rol decisivo del Congreso Nacional.
La ciudadanía también nos reclama transparencia y rendición de cuentas. La acción del Congreso y la actividad de los parlamentarios deben estar bajo el escrutinio público de manera clara e inequívoca. Es un imperativo para recuperar la confianza. En esa acción estoy comprometido y continuaremos con una política de transparencia.
Existe, asimismo, una sensación, justa o no, que formamos parte de una dirigencia con privilegios injustificados.
¿Cuál es la remuneración justa de los parlamentarios? Es un tema complejo, con el cual se puede hacer fácil populismo anti política, por eso invito a tratarlo con seriedad.
Es necesario despejar este tema de una vez y crear un sistema que fije los salarios no sólo de los parlamentarios, sino de otras altas autoridades del Estado, atendiendo la experiencia internacional de los países de la OECD.
*Por último, el principal problema de legitimidad de nuestro sistema político es que los ciudadanos sienten que no contribuimos a disminuir la injusticia y la desigualdad, y muchos de los temas de inseguridad que de ellos se derivan.
La legitimidad de nuestro sistema político dependerá en importante medida, en la próxima etapa, en la capacidad que este tenga de involucrarse y actuar con eficiencia en la solución de esos problemas cotidianos.
Ni la democracia ni el crecimiento económico por si solo bastan, si los ciudadanos no perciben que esos progresos llegan a los salarios, a la calidad de los servicios públicos, al acceso igualitario a la educación y salud, a ciudades más integradas, a pensiones más dignas.
Los grandes desafíos
En esta perspectiva el Senado, más allá de quienes lo dirijan, debe plantearse, como lo estamos haciendo, a lo menos 3 grandes desafíos:
- Aportar más y mejor al debate político nacional y legislativo.
- Pasar a otra etapa en la relación con la ciudadanía.
- Modernizar nuestra organización.
Debate nacional y trabajo legislativo
Es necesario que busquemos caminos para aportar al debate nacional y mejorar el trabajo legislativo.
Durante el último año fueron despachados 120 proyectos de ley y 25 proyectos de acuerdos internacionales. Las comisiones desarrollaron 753 sesiones. Más detalles pueden encontrarse en el balance escrito.
Nuestro desafío principal no está ni en la cantidad ni en la relevancia de lo que hacemos, porque hacemos mucho y muy importante, sino en cómo, con quién y para quién lo hacemos.
En los últimos meses discutimos temas de gran relevancia.
Como decía, fuimos capaces de concluir una completa agenda de probidad y regular la relación política-dinero.
Asimismo, el año recién pasado culminamos de conformar el nuevo sistema de educación pública, al tiempo que se elaboró un nuevo marco para la educación superior, terminando con el emanado de la dictadura.
Este Congreso Nacional aprobó la ley de aborto en 3 causales. Sus normas pueden merecer distintas visiones, pero nadie puede desconocer que se hizo un trabajo serio y con altura de miras.
Aprobamos una nueva ley de mercado de suelo, que vino a transparentar un mercado muy oscuro y en que la participación de los vecinos es muy difícil.
Se concluyó la reforma al sistema de gobierno regional tendiente a posibilitar la elección de gobernadores regionales.
En fin, hubo muchas otras normas despachadas como la ley de convivencia vial, la Subsecretaría y Defensoría de la Niñez, la nueva ley de TVN, el Fondo de Infraestructura, la modernización de la Cancillería, los Ministerios de las Culturas y de Ciencia y Tecnología. Otras, aunque no hayan concluido, supusieron un esfuerzo relevante, como ocurre con el Código de Aguas o la modernización del SENAME.
El efecto de todo ello fue muy diverso. Algunas no tuvieron mayor impacto público, como las leyes sobre probidad y regulación del dinero en la política.
Otros, generaron reacción de quienes se sintieron afectados como la reforma a la educación superior y la ley de aborto en tres causales.
La vida muestra que el vínculo entre Congreso y debate nacional puede fortalecerse y hay que buscar alternativas. La renovación de los partidos es una condición indispensable.
El actual gobierno ha tardado algún tiempo en organizar e impulsar su agenda central. Recientemente, se han anunciado iniciativas legales que deberían discutirse en los próximos meses.
La centroizquierda, en tanto, está en proceso de repensarse y buscar nuevas formas de articulación. Por primera vez en más de tres décadas, carece de una coalición. Ello también afecta la posibilidad de poner temas en discusión.
*Apuntarnos mutuamente puede lograr ciertos efectos mediáticos, pero daña al país y las instituciones y no conduce a las soluciones ni a elevar el debate.
Es importante reiterar que el Congreso Nacional es el lugar donde debe realizarse ese debate y tomarse las decisiones. Creo que el informe de infancia contiene propuestas valiosas, como poner en el centro los derechos de las niñas y niños, de acuerdo a la Convención, y la construcción de nuevos servicios. Lo importante es que este informe se discuta y el Parlamento es el lugar para evaluar su contenido.
Creo que también deberíamos lograr acuerdos en una reforma significativa de Carabineros, a partir del informe sobre seguridad.
En un plano más amplio, parece necesario romper inercias y abrir la discusión, al menos sobre dos temas globales ineludibles:
Primero, Chile necesita un nuevo pacto constitucional.
Es cierto que las sucesivas reformas hicieron de la actual Carta Fundamental un texto diverso al original de la dictadura. Sin embargo, se mantienen algunos de sus principios y definiciones. Muchos ya no se adecuan a una sociedad que ha cambiado ni le permiten abordar los desafíos del futuro.
Es un deber de las fuerzas políticas asumir este imperativo.
Nos tardamos décadas en coincidir en puntos tan fundamentales y evidentes como terminar con los senadores designados. No podemos esperar tanto para encontrar solución, por ejemplo, al tema del Tribunal Constitucional, que pone en entredicho las atribuciones de este Congreso Nacional.
*La discusión constitucional tiene un valor adicional. Apunta a recuperar el sentido colectivo, una visión común, más allá de las diferencias puntuales.
Y no debemos partir de cero. Durante el gobierno pasado se convocó a un proceso constituyente, que fue masiva y esperanzadamente acogido por la ciudadanía. Para quienes participaron este es aún un proceso en marcha y no podemos crear más frustración en los anhelos de participación.
Existe la iniciativa de un grupo transversal de especialistas que están dispuestos a procesar, en el Congreso Nacional, todas las propuestas de nueva constitución y los mecanismos para discutirlas y transformarlas.
Un segundo desafío ineludible es replantear nuestro modelo de desarrollo para posibilitar un crecimiento más inclusivo y sustentable.
Carecemos de visión de largo plazo y de preocupación sobre el desarrollo, como decía Aníbal Pinto en “Chile, un caso de desarrollo frustrado”
El modelo neoliberal y el cortoplacismo han impedido un real dialogo. Es indispensable diversificar la matriz productiva, incorporar conocimiento e innovación y elevar la productividad.
Hemos llegado demasiado lejos en el debilitamiento del Estado. Nadie sigue hoy en el mundo estas concepciones de un Estado tan retraído y mínimo, como las que derivan del esquema neoliberal y la Constitución de 1980.
Ello tiene consecuencias económicas y también políticas y culturales.
Tony Judt advierte acerca de los efectos de la invisibilidad del Estado. El ciudadano percibe que éste sólo aparece para cobrar impuestos e imponer sanciones, pero las prestaciones aparecen entregadas por prestadores de salud, educación, transporte o previsionales privadas.
Se necesita recuperar el rol del Estado y su aporte en la cohesión de nuestra sociedad y en la generación de sentidos compartidos en este mundo globalizado. Saber quiénes somos, conocer nuestra historia y tradiciones, *tener conciencia de un “nosotros”, son aspectos culturales esenciales para construir una sociedad más integrada, menos violenta, más solidaria y más segura.
Se requiere repensar el Estado, además, en el marco de un nuevo modelo de desarrollo. Soy un convencido que un grado mayor de acuerdo entre nosotros favorecería mucho acercar visiones estratégicas sobre lo que el país requiere en la próxima etapa en temas como el desarrollo científico y tecnológico, la innovación productiva, el resguardo de nuestros recursos naturales, el rol de las universidades estales, el tema de la seguridad social, las nuevas formas de industrialización en un mundo interdependiente, el desarrollo de la identidad nacional en un mundo globalizado, entre otras.
No podemos ser pasivos en la discusión sobre la orientación del desarrollo, bajo una pretendida neutralidad del Congreso en asuntos de estrategia económica. En nuestras decisiones y leyes estamos de hecho condicionando la orientación y oportunidades de nuestro desarrollo. Probablemente, no hay otro lugar con mayor capacidad para articular visiones de conjunto.
El rol del Estado es insustituible en el impulso de una alianza publica-privada efectiva. Llegó la hora de ponernos metas para 5 o 10 años como la electro-movilidad, la exportación de energía renovable, la robótica en algunas áreas, etc. Y convocar a todos los actores pertinentes.
Se trata, además, de utilizar la política tributaria y de fomento. Hoy tenemos más de US$ 10.000 millones de dólares en gasto tributario, buena parte de dichas franquicias se creó en otro contexto y hoy no tienen razón de ser.
Es indispensable reformar el Estado, más allá de la agenda digital, que es muy importante, en el rediseño sistémico de la descentralización y desconcentración del gobierno interior, y de los roles económicos para potenciar el crecimiento, sin vivir tan condicionados por los vientos externos.
Muy ligado a lo anterior, debemos encontrar un consenso respecto de la provisión de derechos sociales. Tuvimos un nivel de acuerdo importante cuando el objetivo fue derrotar la pobreza y la extrema pobreza. La idea de un gasto focalizado y de la creación de una red de protección social para salir de las líneas de pobreza, tuvo un nivel de acuerdo importante entre nosotros.
*No ocurre lo mismo con la desigualdad. Derrotarla implica generar las condiciones para que exista real igualdad de oportunidades y preocuparse por una igualdad de los resultados. Implica políticas más universales que focalizadas; significa mirar el tema del empleo y su calidad; preguntarnos porque el país crece y los salarios no lo hacen; mirar no solo la ampliación de la cobertura de la educación sino la calidad de los programas formativos.
Creo que nos falta mayor dialogo y construir ciertas visiones comunes sobre con que instrumentos y políticas públicas se puede derrotar la desigualdad.
Para fortalecer el Senado en el debate político y en la calidad y oportunidad de las leyes estamos trabajando algunas iniciativas:
Primero, un esfuerzo experimental, ya aprobado por los Comités, para promover un debate más profundo y claro y con una revisión técnica de algunas iniciativas.
Segundo, una reforma a la Biblioteca del Congreso Nacional creando un gobierno corporativo, distinto y de largo plazo y reorientar la asesoría vinculándola con las universidades y el debate de otros parlamentos del mundo. Esto depende de ambas Cámaras.
Tercero, concretar la Oficina de Presupuesto del Congreso Nacional, ya acordada. La discusión de la relación con el Comité Fiscal Asesor es clave para tener acceso a información oportuna y relevante.
Cuarto, debemos buscar una alternativa de seguimiento de los tratados y acuerdos internacionales donde se implementan decisiones muy importantes para Chile. Es necesario crear una Comisión Bicameral de Relaciones Exteriores que se haga cargo de esta tarea.
Quinto, debemos impulsar una agencia pública de evaluación ex ante y ex post de los programas públicos a partir de la experiencia acumulada.
Un segundo desafío es sobre la interacción con la ciudadanía
Es indispensable pasar a otra etapa en la relación con la ciudadanía.
Existe una amplia conciencia que los representantes tenemos que someternos al control y participación ciudadana.
El Congreso Nacional y el Senado realizan diversas acciones para establecer puentes: el Canal de Televisión del Senado, la página web y redes sociales.
Durante los últimos doce meses se transmitieron 94 sesiones de salas y 200 de comisiones. 9000 personas y organizaciones participaron en comisiones, además de todo el trabajo territorial de los senadores.
Sólo en el último mes, tras la decisión de los comités y comisiones, se transmitieron 51 sesiones. Un 300% más del promedio del año pasado.
Asimismo, en estos meses hemos continuado avanzando en materia de transparencia.
Modificamos nuestra página web, tanto en su diseño general, como en el micrositio de transparencia, donde incorporamos contratos de arriendo y asesorías, gastos de la presidencia y vice-presidencia y viáticos al exterior.
En especial, pienso que ha sido muy importante publicar los informes de asesorías externas, desde marzo de 2018. Se generó fuerte polémica entre nosotros y hay distintas interpretaciones en relación a los informes del periodo anterior, lo que en definitiva acordamos que lo resolviera la Comisión de Ética.
No nos confundamos. El ex presidente Andrés Zaldívar, lo que hizo fue rechazar, a nombre del Senado, específicamente los términos jurídicos en que fueron solicitados los informes por la Fiscalía. Eso lo comparto totalmente.
Es claro que surgirán nuevos temas y aspectos que serán cuestionados por la sociedad, los que deberán abrirse y hacerse públicos.
Creo que con todo esto, debiésemos lograr un estándar que permita disipar dudas, interpretando mejor los requerimientos de la ciudadanía.
Desde marzo estamos empeñados, además, en desarrollar iniciativas para escuchar más, dialogar con los jóvenes, y recoger sus inquietudes.
Realizamos, con una metodología que aún tenemos que mejorar, dos encuentros con más de 600 jóvenes que dialogan con los 3 Poderes del Estado. Para graficar su significado destaco una de las preguntas de una estudiante: “¿De qué manera el poder legislativo puede dialogar con la ciudadanía para así superar la crisis de confianza que existe hacia las instituciones?” Y no fue fácil de responder.
En estos cuatro meses hemos desarrollado iniciativas en la perspectiva de convertir el edificio de Santiago en un centro cultural ciudadano, que promueva el debate, diálogo, y la formación ciudadana, con la idea de que esto también se haga posteriormente en Valparaíso.
Se han desarrollado diversos foros, paneles y seminarios sobre feminismo, recursos hídricos, movilidad vial, ley de cultos, reforma tributaria, educación superior, reforma municipal, entre otros.
Esperamos consolidar una línea de apoyo a profesores para formación cívica y ciudadana, un debate sobre DDHH, un curso on line sobre formación no sexista y un curso sobre la preservación de los recursos hídricos.
*Estamos, asimismo, preparando la conmemoración de los 50 años de la ley de Juntas de Vecinos, asumiendo los problemas que tienen y relevando su enorme significado y potencial para una mejor democracia.
Estos esfuerzos se han tratado de coordinar con Mesas Temáticas, Centro de Extensión, Congreso del Futuro, Biblioteca del Congreso, Oficina de Relaciones Públicas y la administración del edificio.
Todas estas acciones buscan contribuir a elaborar una propuesta institucional que articule mejor la participación de los senadores y sus equipos, y la interacción con los ciudadanos y la ciudad.
El tercer desafío es modernizar nuestra organización
El Senado cuenta con un equipo profesional y humano de gran calidad y con buenas condiciones. El Secretario General Mario Labbé ha resuelto pasar a retiro a fines de este año. Esto plantea fuertes exigencias.
El principal problema de la organización está en la estructura de la dirección institucional. Reiteramos, es problema de la estructura y no de las personas.
Es indispensable hacer cambios en la dirección y administración del Senado. Formulamos una propuesta que contempla un Secretario General y tres pro-secretarios: legislativo, administrativo, y de comunicación y tecnología.
También se estima necesario precisar el rol de la reunión de Comités y de la Comisión de Régimen Interno. Especialmente ésta última debe contar con un programa de desarrollo institucional de corto y mediano plazo.
Esperamos que estas propuestas sean procesadas y revisadas por las instancias correspondientes. Luego, se debiesen confeccionar los perfiles de los cargos y llamar a concurso público y abierto.
La organización en cada una de las áreas (legislativa, administrativa y de comunicación y tecnología) requieren de un diagnóstico y de un plan de desarrollo. En esto es fundamental que participen las nuevas autoridades.
La actualización del estatuto del personal es también un requerimiento muy reiterado.
Es importante destacar la actualización de las normas sobre acoso sexual y laboral para todo el personal, las que están hoy en consulta con los funcionarios. Hemos solicitado, asimismo, a la Comisión de Ética actualizar las disposiciones referidas a los parlamentarios.
También es importante señalar que se está formulando una propuesta para convertir Santiago y Valparaíso en edificios verdes lo que se está coordinando con el Ministerio de Medio Ambiente.
Señoras y señores:
Creo que el Congreso Nacional y el Senado debemos asumir con decisión los desafíos de estos tiempos.
Aspiramos a que, nuevamente, sean las mayorías las que se sientan convocadas a participar en el debate democrático nacional.
Aspiramos a que el Parlamento sea espejo de las diversidades e intereses de la ciudadanía.
Aspiramos a que su voz esté presente y representada en este Congreso. Aspiramos a que nuestra discusión legislativa exprese y se proyecte en la gran discusión de nuestra patria.
Para ello se necesitan la renovación de los partidos políticos y nuevas prácticas políticas, pero sobre todo, se necesita seriedad en el trabajo, innovación, transparencia en nuestras tareas y vocación de servicio público.
Se necesita un Congreso Nacional que dialogue todo lo que sea necesario con el Ejecutivo y la ciudadanía.
Esperamos aportar a esta importante tarea con toda nuestra convicción y compromiso.
Muchas gracias.
Descarga en PDF: CUENTA PUBLICA 2018_PRESIDENTE DEL SENADO