A 50 años del Triunfo Popular

A 50 años del Triunfo Popular


El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende triunfó en las elecciones presidenciales. Fue una gesta histórica tras décadas de luchas populares, fraguadas en el marco de un sistema intolerable de abuso en una sociedad estructuralmente desigual.

La generación de partidos de izquierda, de la mano con el fortalecimiento de las organizaciones sindicales, en los albores del siglo XX, constituyó una esperanza para las y los trabajadores chilenos, sumidos en una estructura de explotación patronal que se había forjado desde los inicios de la República. Unos pocos privilegiados tenían en sus bolsillos lo que la mayoría de la sociedad requería para vivir.

Salvador Allende logró la unidad de la izquierda con persistencia inigualable, pulso irreductible y convicción genuina y tenaz. Trazó una ruta de esperanza para la izquierda en América Latina y el mundo: con contumaz vocación siguió de forma invariable el camino democrático e institucional de la “vía chilena al socialismo”, que simbolizó en una frase: “una revolución con sabor a empanadas y vino tinto”. Esta fue su mayor virtud pero a la vez el mayor peligro para el imperialismo y los grupos económicos, pues se estaba fraguando una vía democrática para cambiar radicalmente la sociedad chilena, afectando sus intereses y privilegios.

El 4 de septiembre de 1970, hace 50 años, se cristalizaba un más que centenario anhelo de justicia e igualdad social en el país. Se comenzaba a construir la “nueva sociedad” con las herramientas de la democracia y el concurso tesonero de las fuerzas sociales, las organizaciones sindicales y los partidos políticos comprometidos con el cambio social.

La Unidad Popular, fundada en 1969, constituyó el espacio político para la confluencia de la diversidad de la izquierda y el instrumento que posibilitó el triunfo popular. La derecha chilena, crónicamente asociada al latifundio y al poder económico, no trepidó recursos para impedir que Salvador Allende asumiera el poder, y posteriormente para desestabilizar su Gobierno.

Ante todo, Allende no claudicó, no huyó, no desertó.

Murió en La Moneda, como un hombre digno, un luchador incansable y un demócrata ejemplar, que regó con su sangre la historia de Chile, y sembró una inspiración de convicción sempiterna para las nuevas generaciones.

A 50 años del triunfo popular su figura se engrandece, e ilumina, aunque pedregoso, un camino de futuro para el país, un camino que, en su homenaje, tenemos el deber de trazar y construir. La Unidad de las fuerzas progresistas es un imperativo político de primer orden que, ante el fracaso de un Gobierno insensible e incompetente como el actual, se hace indispensable y urgente.

Las y los socialistas tenemos un compromiso invariable por la unidad. Sin la unidad, el conservadurismo se impone. Con la unidad, podemos sembrar el desierto. La división de las fuerzas de izquierda, en el pasado y presente, han habilitado el espacio para quienes defienden los privilegios de una minoría, en desmedro de las grandes mayorías nacionales sometidas a las reglas de un sistema desigual que hace las cosas fáciles para unos pocos, y difíciles para muchos.

La figura ejemplar de Allende sigue marcando la ruta para los desafíos del futuro, y motiva y empuja a las mujeres y hombres comprometidos con el cambio social, para persistir en una lucha difícil pero necesaria para construir un país más justo y solidario.

Los que dieron su vida en las luchas del pasado así lo merecen.

 

Senador Álvaro Elizalde, presidente del Partido Socialista

Un nuevo Estado para una nueva Constitución

Un nuevo Estado para una nueva Constitución


Suponga que tenemos una nueva Constitución más garantista. Es muy poco probable que por ese solo hecho la administración pública chilena, acostumbrada a lógicas subsidiarias, las cambie rápidamente por la protección de los derechos. Para que los principios de una nueva Constitución no sean solo palabras, “se requiere de una estatalidad que se despliegue territorialmente y que implemente sus decisiones de forma pertinente”, dice el autor. Es necesario, entonces, entre otros desafíos, “impulsar una reforma administrativa” que haga que la nueva Constitución sea “una realidad perceptible para la ciudadanía”. El autor propone aquí un conjunto de directrices para una “reforma administrativa” que haga que el ciudadano perciba en su vida una nueva Constitución.

Hasta hace poco no resultaba extraño afirmar que Chile tendría, en comparación a los demás países de la región, una institucionalidad estatal funcionando razonablemente; sin embargo, luego de los sucesos de los últimos meses, resulta particularmente difícil diseñar políticas públicas coherentes y pertinentes, implementarlas y lograr resultados efectivos. Esto no se debe solo a la fragilidad política de un gobierno torpe y lento, con tendencias autoritarias y débil compromiso con los derechos humanos; hay también problemas propios de un estado estructurado según la lógica del modelo constitucional impuesto. Entre esas debilidades destacan: la impotencia para disciplinar los poderes privados y hacerlos compatibles con el interés general; servidores públicos entregados a las vicisitudes de los cambios de gobierno y degradados en su reconocimiento social; y un sistema de control de la acción pública disperso y que entrega señales contradictorias a los aparatos burocráticos.

Sea quien sea el grupo político que gobierne, una sociedad democrática que aspira a entregar progresivamente una mejor calidad de vida a todos sus miembros requiere de un estado robusto y eficaz, que esté controlado para evitar excesos y que se haga responsable cuando incurra en ellos. Se requiere, por ejemplo, un Ministerio de Salud que sea creíble en sus cifras y decisiones, que pueda implementar medidas para resguardar de forma efectiva la salud de la población; asimismo, se requiere un Ministerio del Interior capaz de prevenir conflictos y que, una vez manifestados, pueda resguardar el orden público con pleno respeto a los estándares que imponen los derechos humanos.

El proceso constituyente que se iniciará en octubre no solo es el inicio de un camino para un acuerdo sobre cómo alcanzar arreglos de forma democrática; será también la ocasión de asentar consensos mínimos sobre la acción pública, es decir, sobre la implementación de dichos acuerdos: se deben sentar las bases de una reforma administrativa que permita que la Nueva Constitución Política llegue a ser percibida en la cotidianidad de las personas. Pero no solo porque las constituciones normalmente establecen lo que se denomina “las bases constitucionales de la Administración”, sino también porque aquellas requieren, para no ser reducidas a un papel, de una estatalidad que se despliegue territorialmente y que, siendo coherente con lo que se entienda ser el acuerdo político constituyente, implemente sus decisiones de forma pertinente a cada contexto social en el que incida.

Así, por ejemplo, una adecuada canalización institucional de la conflictividad social  requerirá de un Ministerio del Interior que no centre sus tareas de orden público en la represión, sino en la prevención de los conflictos que puedan alterarlo; para lo cual deberá centrar su quehacer en un efectivo diálogo social presente en todo el país. Asimismo, el derecho a la salud requerirá de un despliegue territorial de diversos servicios públicos capaces de actuar de forma coordinada y oportuna, haciendo perceptible que las prestacciones a las que se accede concretan una igual dignidad, en tanto personas y ciudadanos.

En efecto, tal como el texto constitucional de 1925 fue evolucionado paralelamente con sucesivas reformas administrativas que confluyeron en un incipiente estado social “a la chilena”; el texto dictatorial solo pudo implementar el ideario que lo sustentaba a través de profundas reformas administrativa que se impulsaron durante los tiempos de Pinochet: en efecto, varias leyes básicas de la administración chilena datan de aquella época, la primera versión de la regionalización, como las grandes privatizaciones y mecanismos que permitieron aquellas en la década de los 90’.

Del mismo modo, durante la etapa transicional, junto a las reformas constitucionales que intentaron atenuar los rasgos más inaceptables del texto impuesto, se avanzó en democratización de la acción pública, siendo la ley de procedimiento administrativo, la ley de transparencia y la reforma de los gobiernos regionales buenos ejemplos en ese sentido.

No es menor esta relación entre un texto fundamental y sus respectivas reformas administrativas, puesto que un nuevo texto, para que pueda devenir efectivamente en una nueva constitución política, que constituya la comunidad política chilena, requiere repensar lo estatal, es decir, será necesario impulsar, una vez finalizado el proceso constituyente acordado en noviembre del año pasado, una profunda reforma administrativa que potencie la acción pública y la finalice hacia los objetivos que la nueva constitución consagre. Este debiera ser el camino que permita dotar de cohesión social a nuestro país, relegitimando la institucionalidad estatal y, con ello, generar las condiciones de estabilidad democrática que se requieren para retomar el desarrollo económico y el bienestar social. Si bien esta reflexión ha sido avanzada por destacados administrativistas chilenos, es necesario retomarla y profundizarla considerando los sucesos recientes. El éxito del proceso constituyente también se juega en estas reformas futuras. En lo que viene, se propondrán un conjunto de directrices de una reforma administrativa para una nueva constitución:

Primero, será necesario robustecer el estado y dotarlo de un despliegue territorial capaz de actuar de forma eficaz y pertinente al contexto social. El objetivo debe ser que cada habitante del país al acudir a los servicios públicos perciba en ellos un espacio de ciudadanía y se represente en igualdad a todos los demás. Es decir, los servicios públicos deben ser un lugar de encuentro en el cual las diferencias individuales sean reconocidas y valoradas, la desigualdad material irrelevante y el interés general un compromiso común entre funcionarios y usuarios.

Para ello se requiere dotar a los servicios de mayores potestades normativas, a fin de que sus reglamentaciones sean más sensibles a los cambios que se produzcan en sus tareas como a las especificidades locales; asimismo, será necesario fortalecer una participación ciudadana resguardada del riesgo de cooptación, como avanzar hacia una cultura de sencillez administrativa hacia el ciudadano, procedimentalizando de forma sencilla y unificada las decisiones administrativas.

Segundo, se requiere re-significar la función pública y dotarla de una ética de servicio a los futuros valores constitucionales, elevando y asegurando su carácter técnico y profesional, y cuya estabilidad esté protegida de los ciclos electorales. El estado no es una entidad abstracta o conceptual que habite en los manuales de teóricos o juristas, sino el conjunto real y concreto de personas que laboran día a día por un interés que entienden trascender a sus asuntos individuales. La institucionalidad democrática es posible, ni más ni menos, que gracias a su trabajo. Por ello, el quid de una futura reforma administrativa debe estar en los funcionarios públicos, cuyo régimen no puede estar entregado, tal como es hoy, a la contingencia anual de glosas presupuestarias o construcciones jurisprudenciales que, muchas veces, son contradictorias.

Tercero, la acción pública debe ser controlada y responsable. El control debería ser tanto ciudadano como político y jurídico. El primero mediante la mantención de la publicidad como un elemento constitucional estructurante del quehacer estatal e incorporando la participación ciudadana.  En este punto será de importancia crucial proteger la labor periodística para que se desarrolle libremente, amparándola tanto de la cooptación gubernamental como de los poderes privados. La rendición de cuentas ante la ciudadanía enriquece la discusión pública y permite actualizar el carácter servicial de las autoridades y funcionarios en tanto, precisamente, servidores públicos. Así, debe garantizarse de forma plena la libertad de expresión y el derecho a la información, permitiendo la creación y adquisición de medios sin más restricciones que las necesarias para evitar la excesiva concentracion que existe actualmente. En efecto, un sistema plural de medios, que asegure la expresión de la real diversidad social, resulta esencial para la estabilidad democrática e institucional.

Por su parte, el control político debería pensarse en términos concordantes con la forma de gobierno que se adopte y los mecanismos de fiscalización política que se entreguen a las asambleas representativas a nivel nacional y territorial. El carácter efectivo de estas herramientas no solo es clave para el rol democrático propio de la oposición política, sino que también permite reforzar la tarea de representación de las diversas realidades del país, si cada representante puede convertir en un asunto de relevancia nacional los conflictos locales de los cuales tenga noticia.

Respecto al control jurídico, más allá del rango constitucional de los tribunales de justicia y la Contraloría General de la República, debería pensarse en una modernización de la labor de ambos. Tal como lo ha defendido en los últimos años la Corte Suprema, sería necesario unificar la labor jurisdiccional destinada a controlar la acción pública, acabando con la tendencia legislativa de crear tribunales contenciosos administrativos ad hoc que terminan otorgando justicia boutique que acentúa la desigualdad en el acceso a la justicia entre la ciudadanía. Sea cual sea el modelo que se adopte, sería necesario que aquellos jueces que conozcan de estos asuntos se especialicen en esta tarea. Repensar el control judicial de la administración es un asunto que debería reflexionarse profundamente en los próximos años.

Cuarto, la reciente y grave crisis de derechos humanos, sin precedentes desde la dictadura, debe servir de experiencia ineludible para los desafíos futuros; así, tanto la discusión constitucional, como la reforma administrativa que debería seguirle, deben asumir como desafío sentar las bases de un consenso compartido que permita una cultura de respeto y promoción de los derechos humanos. Para ello se podría reconocer un estatus constitucional de los organismos de protección de derechos humanos (el Instituto Nacional de Derechos Humanos y la Defensoría de la Niñez), fortaleciendo sus atribuciones y entregándole todos los medios necesarios para la constante mejora de su labor. Asimismo, otorgar una protección especial y efectiva a los defensores de derechos humanos de la sociedad civil.

Finalmente, asumiendo los compromisos internacionales que ha suscrito Chile, es necesario impulsar una nueva agenda anticorrupción. No bastará el necesario reconocimiento constitucional de la probidad como un principio medular de todo servicio público, sino va acompañado de una efectiva prevención, identificación y sanción de todo beneficio privado que se haga con ocasión de un cargo público y a expensas del interés general. Si bien en esta materia se avanzó decididamente en el gobierno anterior, aún hace falta asumir el problema de la corrupción en el mundo privado y, en especial, la que acontece con la denominada “puerta giratoria”.

En suma, una nueva constitución es mucho más que un mero texto, es una práctica política que le asigna significado a él y que se actualiza a medida que la sociedad va desenvolviendo y resolviendo su conflictividad. Para que la nueva constitución sea efectivamente “nueva”, entre otros desafíos, será necesario impulsar una reforma administrativa que la haga una realidad perceptible para la ciudadanía: convertir el entramado de servicios públicos desplegados por el territorio nacional en un espacio de efectiva ciudadanía, en el cual los valores constitucionales se actualicen permanentemente en la cotidianeidad de las personas.

 

Flavio Quezada Rodríguez,  abogado socialista, colaborador Instituto Igualdad

Entrevista de El Mercurio a Álvaro Elizalde, presidente del PS: “La unidad de la oposición debe expresarse en acciones más que en declaraciones”

Entrevista de El Mercurio a Álvaro Elizalde, presidente del PS: “La unidad de la oposición debe expresarse en acciones más que en declaraciones”


Pregunta: Incluso desde el Frente Amplio (FA) han empezado a abogar por entendimientos de todas las fuerzas opositoras, al punto que el diputado Giorgio Jackson aseguró. “No nos van a perdonar que por culpa de las cúpulas de oposición la derecha se mantenga en el poder”, dejando atrás la reticencia inicial de su bloque. ¿Por qué ese espíritu unitario no se traduce en acciones?

Respuesta: Valoramos la apertura. El PS ha venido planteando la necesidad de la unidad de la oposición desde incluso antes que asumiera el presidente Piñera, porque nos parece imprescindible construir una mayoría que genere una alternativa para Chile respecto de quienes hoy están gobernando y lo han hecho tan mal. Y esta unidad se construye en primer lugar sobre la base del diálogo programático que nos va a permitir superar prejuicios. Pero además hay que darle sentido a la unidad, que va mucho más allá de la suma de siglas: tiene que ver con un proyecto de país. En segundo lugar, es necesario profundizar la coordinación de acciones. Hemos visto que cuando la oposición está unida, podemos proteger adecuadamente a las personas. En caso de división, podemos ser mayoría en la sociedad pero vamos a ser derrotados en las urnas, y las ideas del progresismo no van a ser debidamente representadas. Ejemplos positivos han sido la aprobación del proyectos como el de servicios básicos, el posnatal de emergencia y el retiro del 10% de las AFP. Ahora necesitamos un entendimiento ante los próximos desafíos, el más relevante es el plebiscito, pero también la elección de constituyentes y los comicios municipales y regionales.

Pregunta: En el panorama se vislumbra que hay otros partidos frenteamplistas, como Comunes, que siguen siendo críticos de la ex Nueva Mayoría. De hecho, su presidente, Jorge Ramírez, llamó a competir contra la derecha y “la casta de la ex Nueva Mayoría”. ¿Ve viable una alianza con el FA?

Respuesta: Cada actor político tiene que evaluar si deseas ser parte de la solución de los problemas de Chile, por tanto, de la unidad, o va a contribuir al problema, fomentando la división. Nosotros respondemos por nuestra conducta: hemos sido partidarios de la unidad y nos la hemos jugado por entero en ello.

Pregunta: ¿Pero ve posibles esos entendimientos?

Respuesta: Espero que prime un sentido de responsabilidad con el país. El PS seguirá trabajando por la unidad de toda la oposición, incluyendo el FA.

Pregunta: ¿Y se han logrado ciertos grados de coordinación en el último mes?

Respuesta: Falta mucho por avanzar, recién hay señales incipientes al respecto, pero son positivas y han generado un clima distinto y una disposición diferente. Hay que profundizar en ese camino. Las emblemáticas votaciones del Congreso han sido un aliciente para seguir fortaleciendo los esfuerzos unitarios.

Pregunta: Pese a esos esfuerzos, la testera de la Cámara la sigue teniendo la sigue teniendo Chile Vamos, no se logra articular un comando unitario por el Apruebo e incluso es complejo citar a reuniones de todos los partidos. ¿Qué es lo que está fallando?

Respuesta: Lamentablemente algunos actores de la oposición no han tomado conciencia de la magnitud del desafío de generar una alternativa transformadora: El plebiscito es una buena oportunidad para establecer coordinaciones tendientes a la unidad. Y este diálogo debe darse con fuerzas políticas, pero también con la sociedad civil. De todas formas la unidad de la oposición debe expresarse en acciones más que declaraciones.

Pregunta: ¿Y cuáles son los plazos?

Respuesta: Lo antes posible. Con el PPD y el PR tenemos el mismo diagnóstico: lo antes posible tenemos que generar una convergencia sustantiva, proceso que se construye en el camino, y que requiere también la generación de confianzas. Los tiempos en política no corren siempre a la misma velocidad. Hay momentos en que el tiempo se acelera, y lo que acontecido ha acelerado los tiempos. Esperamos que este proceso se profundice.

Pregunta: Quienes se han alejado de estos llamados a la unidad cuestionan que los partidos de la ex Concertación representan la transición a la democracia, período que ha sido puesto en entredicho por sectores de izquierda. ¿Hay alguna autocrítica?

Respuesta: Cada uno debe hacerse cargo de su pasado, pero cuando hablamos de unidad estamos hablando de una apuesta de futuro. La transición permitió avanzar en muchas áreas, pero es evidente que se cometieron errores y se dejaron muchos temas pendientes. Toda propuesta de futuro debe hacerse cargo de los déficits de la transición.

Pregunta: El conflicto que existe en La Araucanía ha incrementado en los últimos días. ¿Qué opina del tratamiento que le ha dado al tema el Ministro del Interior?

Respuesta: No lo comparto. Para evitar un cuadro de polarización es fundamental la responsabilidad y prudencia de las autoridades. El ministro no debe caer en la tentación del populismo represivo porque ese camino siempre termina mal, sea en el racismo, la xenofobia o en la política del odio.

Pregunta: ¿Cree, como otros dirigentes, que fue una provocación haber visitado la zona y haber declarado que no había presos políticos?

Respuesta: El ministro Pérez debe tomar consciencia que ya no es parlamentario. Si se concentra en hablarle a su electorado más duro, sin medir las consecuencias de sus dichos y acciones, va a seguir generando un cuadro de crispación y polarización. Ello no le va a permitir cumplir con su primera obligación: velar por el orden público. Al igual que el ‘comando jungla’, que se tradujo en un aumento de la violencia rural en un 70 % en la zona, luego de la visita del ministro se produjeron acciones de violencia civil con connotación racista, simplemente inaceptables.

Pregunta: ¿Debe ceder el Ejecutivo y la Justicia en conceder un permiso especial al machi Celestino Córdova?

Respuesta: Las condenas a los mapuche deben cumplirse de acuerdo a lo establecido en el Convenio 169. Dicho instrumento fue suscrito y ratificado por Chile, por tanto, la autoridades deben velar por su cumplimiento.

Pregunta: Varios han llamado a hacer alguna autocrítica también por no haber mejorado la situación en la zona durante los años que gobernó la Concertación. ¿Qué autocrítica hace usted, como exministro de la Presidenta Bachelet, en relación al conflicto en la zona?

Respuesta: Obviamente se cometieron errores y estos deben ser corregidos. En nuestro gobierno debimos reforzar el diálogo político. Mientras fui ministro jamás se invocó la ley antiterrorista. Creo que es un error su aplicación, no solo por su ineficacia judicial, sino porque mina confianzas en el debido proceso, cuestionando la legitimidad de la acción de los tribunales. Hay una deuda histórica de larga data de la que debemos todos hacernos cargo. Ello solo será posible promoviendo el diálogo con las comunidades.

Pregunta: ¿El PS condena con la misma fuerza la violencia ejercida por particulares cuando hay atentados incendiarios o tomas de municipios ligadas a comuneros mapuche?

Respuesta: Nosotros nunca hemos tenido un doble estándar respecto de la violencia. Siempre hemos condenado el asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay como lo que es: un hecho atroz. Respecto a todos los hechos de violencia los tribunales deben administrar justicia y aplicar las sanciones que corresponda. Solo hemos dicho algo que es imprescindible en todo sistema democrático: siempre se debe respetar el estado de Derecho, el debido proceso.

Pregunta: Ya habiendo pasado una semana del cambio de gabinete, ¿cómo evalúa el desempeño de los nuevos ministros?

Respuesta: Es muy pronto para sacar conclusiones definitivas, pero si la línea de conducta va a significar insistir en acciones como la visita a La Araucanía del ministro Pérez, no es un buen antecedente para lo que viene por delante. Es evidente que el Presidente optó por atrincherarse en las posturas más intransigentes y rígidas del oficialismo y por eso instaló un gabinete con rostros del Rechazo, pero esperamos que tengan una actitud de dialogo, pero por sobre todo que tomen conciencia de lo que estamos enfrentando como país.

Pregunta: ¿Qué le parecieron los dichos de su par PPD, Heraldo Muñoz, sobre que Chile “puede más que optar” entre Joaquín Lavín (UDI) y Daniel Jadue (PC) para ser Presidente?

Respuesta: Comparto que Lavín no es la solución política que el país requiere por su visión ultraconservadora. Respecto a Jadue, en el amplio mundo de la oposición es bueno que se expresen ideas y liderazgos. Eso no obsta que el PS debe proponer una alternativa que nos represente para competir por el liderazgo del amplio espacio del progresismo.

Pregunta: ¿Y qué opinión tiene sobre el edil comunista? El PC ya anunció que llevarían candidato presidencial?

Respuesta: Ha demostrado ser un buen alcalde con ideas novedosas y populares.

Pregunta: En el PS, en cambio, no asoma aún una figura que se perfile como un candidato.

Respuesta: En estos meses nos hemos concentrado en elaborar propuestas para enfrentar la pandemia y sus consecuencias sociales. El PS tiene liderazgos, pero sobre todo, tiene buenas propuestas para Chile. Si revisa las políticas que hoy se debaten en pensiones, impuestos, salud o educación, siempre hay un socialista detrás. Tenemos el desafío de generar un liderazgo que represente precisamente esas ideas como alternativa en la oposición.

Pregunta: El PS iría a una primaria presidencial con el PC?

Respuesta: Si se acuerda un programa compartido con una primaria amplia, obviamente participaremos. ¿Con quiénes? Con todos aquellos que suscriban ese acuerdo.

Informe PS asegura que Chile arriesga grave rebrote de Covid-19 si proceso de desconfinamiento no es transparente ni participativo

Informe PS asegura que Chile arriesga grave rebrote de Covid-19 si proceso de desconfinamiento no es transparente ni participativo


El documento, elaborado por el equipo que fiscaliza el Plan de Emergencia, revela que el país aún no presenta indicadores que permitan dar por superado el período más crítico de la pandemia.

El cuarto informe del equipo del Partido Socialista e Instituto Igualdad que fiscaliza el Plan de Emergencia del Gobierno revela que Chile aún no presenta indicadores que permitan dar por superado el período más crítico de la expansión del Covid-19.

El informe socialista asegura en su principal conclusión que “si bien existe un descenso en el número diario de casos nuevos y de defunciones, los índices son todavía demasiado altos y la trazabilidad insuficiente”, agregando que “si no se sigue un proceso de desconfinamiento transparente, científico y participativo que genere confianza en la ciudadanía, el país arriesga un grave rebrote que terminará dañando aún más la salud de los chilenos y chilenas y la economía”.

En el detalle, el documento “Informe sobre la estrategia de desconfinamiento “Paso a Paso” sostiene que se debe considerar un testeo permanente y una alta trazabilidad desde la Atención Primaria de Salud (APS), así como hacer pública toda la información disponible sobre trazabilidad de casos y contactos, la que debería estar a disposición de las municipalidades a la brevedad.

“Chile cumple sólo parcialmente con los criterios exigidos por la OMS para declarar controlada la epidemia. Falta dar a conocer la información relacionada con  trazabilidad de los casos”, afirma.

En ese sentido, indica que “informes independientes muestran que las comunas más desfavorecidas socialmente son las que menos han reducido su movilidad y esas mismas son las que mayores índices de contagio presentan”.

Finalmente, el documento del equipo PS, elaborado con la colaboración de especialistas en salud pública, académicos, trabajadores y directivos de la APS y ex funcionarios públicos, entrega una serie de sugerencias, como fortalecer a toda la APS con un registro de trazabilidad de casos, contactos y aislamiento con un criterio territorial.

Para conocer el informe completo, haz clic en el link bit.ly/33GEd91

JS en La Araucanía emplaza a autoridades a terminar con la violación de derechos al pueblo-nación mapuche

JS en La Araucanía emplaza a autoridades a terminar con la violación de derechos al pueblo-nación mapuche


Tras los hechos ocurridos este fin de semana en Curacautín, Ercilla, Victoria y Traiguén, y luego de más de 90 días desde la huelga de hambre que mantienen 27 presos mapuche, entre ellos la autoridad ancestral Celestino Córdova, la directiva de la Juventud Socialista en La Araucanía llamó a que las autoridades regionales terminen con la violación de derechos a este pueblo originario.

“Al racismo no se le debe ceder espacio”, aseguró la presidenta de la Juventud Socialista en La Araucanía, Natalia Cisternas. Al respecto, la dirigenta señaló que “es urgente que se respeten y validen los Tratados Internacionales, como lo son el Convenio de la Organización Internacional del Trabajo Nº169 y la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas”. Agregó que “resulta impresentable que todavía no se responda al pliego de demandas que mantiene a los comuneros en huelga de hambre y riesgo vital”.

De esta forma, la directiva de la Juventud Socialista en esa región exigió el retiro de las fuerzas policiales de los territorios y comunidades, quienes están siendo sometidos a reiterados ataques por parte de Fuerzas Especiales y del GOPE.

Finalmente, las y los dirigentes hicieron un llamado a los parlamentarios y a “quienes ostentamos levantar la bandera mapuche el pasado 18 de octubre” a defender esta causa, pues “el pueblo-nación Mapuche no puede ni debe esperar otro estallido”, concluyeron en el comunicado.